Desde mi ventana se veía cómo el sol se ocultaba por la esquina de la estructura de ladrillos que había al final de la calle. Los coches pasaban, a esa hora, un poco más rápido. Muchos terminaban su jornada y regresaban a sus casas, después de una larga sucesión de horas de trabajo.
En mi habitación se sentía la ausencia de Caty, mi preciosa gata, que hacía dos semanas se fue de mi lado para no volver más. Contrajo un virus de estos muy raros, que por más que luchamos en la dura batalla para superar todo aquello, al final no pudo ser. La culpa fue de aquella enfermedad que le dio un revés mortal.Me puse a ver el índice, para saber cuán interesantes eran los siguientes temas que faltaban para terminar mi curso. Como alumna virtual que era, tenía que estar más atenta todavía al tema que estaba analizando, pues no tenía apoyo directo de ningún profesor. De vez en cuando, aparecía algún instructor por la web, pero no era suficiente. Por tanto, para
saber manejar la teoría necesitaba, además, de un gran esfuerzo por mi parte.
De pronto, hizo aparición Michael.
- Acabo de salir de la oficina. ¿Qué te parece si huimos del mundanal ruido y nos vamos a navegar un rato? - dijo Michael.-
- Pero, tenía pendiente arreglar la casa un poco, y después...
- Venga, vamos. El embarcadero está a un kilómetro de aquí y se va haciendo de noche... -dijo Michael.-
- Sí, será mejor. Vamos.
Teresa Ribello
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