El sandwich apareció otra vez envuelto en papel de aluminio sobre la encimera de la cocina.
Elena mostraba un aspecto que no daba crédito a mis ojos.
Al verme, enseguida se sentó, apoyó sus brazos sobre la mesa y empezó a sollozar.
Cuando oí su llanto, me estremecí, porque sabía que algo importante había sucedido.
Madre e hija siempre habíamos estado muy unidas y nos contábamos muchas cosas. Quería que me mantuviera informada de cualquier inconveniente o contratiempo que pudiera surgir.
-Abróchate las zapatillas, que te vas a caer...-le dije, mientras me ponía a preparar unas infusiones.
-No hemos hecho más que salir del entrenamiento y ni me he dado cuenta -dijo ella-. ¿Sabes que dentro de dos meses vamos al sur de Francia a hacer un torneo?
-¿Al sur de Francia? ¿Por qué tan lejos?
-Toca celebrar allí, así de fácil. Tomy no quiere venir conmigo. Dice que tiene otros planes y que no puede perder el tiempo. Estoy esperando su llamada para ver su última respuesta.
-Pero...no tenía conocimiento de que lo vuestro fuese ya oficial.
-Lo nuestro es un desastre. Hemos detenido nuestra relación varias veces, desde que empezamos, hace tres meses. Siempre han habido altibajos, peleas y enfrentamientos. Sobre todo, por motivos de preferencias. Cada uno, desde su posicionamiento ha querido imponer su punto de vista. No hemos querido dar nuestro brazo a torcer, ni ceder en nuestra postura.
-¿Qué actitud pensáis tener a partir de ahora?
-Creo que ya es tarde...Hemos tocado techo.
Teresa Ribello
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