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martes, 15 de noviembre de 2022


Estaba amaneciendo en Brento. Se escuchaban los primeros ruidos de la mañana, como el motor de los coches, el rumor de alguna que otra persona dialogando con alguien y, cómo no, los pájaros dando sus primeras notas, alegrando al vecindario de la plaza de los Cerezos.

- Quiero despertarme -dijo Eloísa, levantándose entre las suaves sábanas estampadas con flores color rosa, que tanto le gustaban para ir a dormir.-

Se había acostado tarde con motivo de la celebración del cumpleaños del marido de Cristina. Era domingo y quería ir al Molino Viejo a comprar pan para su desayuno. De paso, le llevaría también a su hermana -si no estaba dormida, claro-. Era temprano, le daba tiempo ir a la panadería y luego pasarse por casa de Herminia. Le vendría bien un largo paseo para despejarse un poco.


El mar se encontraba en calma esa mañana. Empezaban a abrir los puestecillos de flores a lo largo del paseo, aunque todavía sin muchos asistentes. El sol, que mostraba un color anaranjado impresionante, iba subiendo poco a poco, parecía querer ofrecer su mejor apariencia. Algunas ventanas empezaban a abrirse de par en par. Era una estampa preciosa, con los vistosos geranios colgando de los balcones. Parecía una ilustración realizada por el mejor de los dibujantes.

El Molino Viejo era un despacho de pan que abría siempre muy temprano, incluso los domingos. Era un establecimiento de mucha popularidad y reconocimiento, que data del año 1862. Aunque parezca increíble, el negocio ha ido pasando de generación en generación hasta el día de hoy, que todavía es llevado por la misma familia.

La panadería ya estaba llena cuando llegó Eloísa.

...

¿Quién llama? (Cap. 5-Prohibido mirar el reloj)

Teresa Ribello


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