El reflejo de su pelo se veía en el cristal de la puerta de su despacho. A esas horas se encontraba cansada, después de haber pasado ya seis horas de trabajo. Aun le quedaban tres. Además de llevar la contabilidad, tenía que colaborar en la medición de las estadísticas de la empresa y el control de recepción de materiales.
Era un trabajo que hacía con satisfacción, al ver que todo le salía bien. Claro, eran ya muchos años de experiencia. Pero, ella, con lo que realmente disfrutaba era con otra cosa muy distinta. La escritura era su pasión. Con ella, podía expresar y exteriorizar a los demás lo que sentía, lo que en ese momento quería transmitir, y eso le transformaba por dentro y por fuera. ¿No es maravilloso? A eso se le llama vocación.
Fuese el momento que fuese, esperaba ansiosa la ocasión para poder agarrar el bolígrafo y empezar a contar sus historias.Sus escritos, todavía no habían trascendido demasiado. Estaba empezando, como quien dice. Sabemos que en este oficio hay que cultivar mucho la perseverancia. Es un terreno muy difícil. Pero Mónica piensa: "Todo tiene que llegar, tarde o temprano. ¿Cómo podría ser que lo contado tan magníficamente no llegase a nadie?"
El sol brillaba con toda su intensidad en la calle. Esta se había convertido en un escenario otoñal precioso para ir después de comer a dar una vuelta con sus mejores amigos.
Teresa Ribello
Teresa Ribello.
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