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domingo, 1 de enero de 2023

Aquel fin de año

 Ese fin de año se juntó toda la familia al completo. Incluso mi hermano, que trabaja en el gobierno de Estocolmo y solo pudo venir para esa fecha. ¡Y menos mal! Con lo que lo echábamos de menos.

Usamos el salón más grande para la cena. Tiene un total de veintisiete metros cuadrados, con lo cual había espacio más que suficiente como para reunirse, no una sola familia, sino hasta dos, y holgadamente. Además, mi salón no está muy apretado de muebles. Me encantan los espacios.

Mi hermano me trajo de regalo unos zuecos de madera de Falsterbo, una hermosa zona al sur de Suecia. Eran hechos a mano, pintados de una forma muy peculiar y con diferentes dibujos; a mi madre le dio ropa de lana: bufandas, guantes, etc.

- Javier, si sabes que aquí no hace tanto frío, ¿por qué me sigues trayendo ropa de tanto abrigo? -dijo mi madre-.

-Mamá, sé que subís todos los fines de semana a la montaña...

-Perdona, hijo. No creas que me he enojado por esa tontería; estaba viendo por la tele a esos soldados que cada día combaten en la guerra y ven crímenes con sus propios ojos. Eso sí que es motivo para enojarse.

Nuestro perro se recostó al lado de la chimenea, tal vez, pensando que muy pronto ya no estaríamos todos juntos. Se encontraba plácidamente bien. Sin nada que reprochar.

                                                                                                    Teresa Ribello



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