Llevaba unos documentos en la mano. No era ni muy alto ni muy bajo. Tenía la característica peculiar de que que tenía un ojo verde y otro azul. Durante el periodo de tiempo que estuvo en la oficina fue muy cordial con todos nosotros. Había venido a prestar sus servicios en la oficina del señor Brown, de la puerta cinco.
- Buenos días, señor Brown. Me llamo John Dewit y he venido a cubrir el puesto vacante de traductor, que he visto anunciado en la prensa -dijo el señor Dewit, quitándose la bufanda-.
- Hola, señor Dewit. Me alegra conocerle. Ya sabe lo difícil que está el mercado laboral actualmente. No hace falta que se lo recuerde.
-Sí. No hay muchas alternativas. Mucho menos en esta profesión. Lo sé de buena tinta -dijo el señor Dewit-.
- Y menos aún en esta ciudad, que, aunque sea grande, la crisis económica ha sacudido bastante fuerte -dijo el señor Brown-.
- Entre todos tenemos que ayudar a levantar este país, como se pueda.
- ¿Cuál fue su anterior trabajo, señor Dewit?
- He trabajado como transportista durante cinco años en una empresa cárnica -dijo el señor Dewit-. Es la primera vez que trabajaría como traductor. Es mi primera oportunidad.
- Bien. Siempre hay una primera vez...
Teresa Ribello.
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