Entre ellos, el sargento habló en nombre del rey porque necesitaba los servicios de Joe para que le arreglara unas esposas que no cerraban bien.
Joe tuvo que encender la forja. Empleó dos horas en hacer el trabajo. Todo en servicio de Su Majestad.
Joe se quedó más tranquilo, al comprender que las esposas no eran para él.
El sargento preguntó dónde quedaban los marjales. A lo que contestaron una milla.
Tenía órdenes de llegar allí antes de que anocheciera para coger a dos penados.
Joe propuso que todos acompañaran a los soldados a la caza de los acusados.
Joe se dispuso a llevar a Pip si lo aprobaba la señora Joe. Salieron el señor Wopsle, Joe y Pip a la retaguardia.
Teresa Ribello.
GG.EE., Charles Dickens
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