La lluvia caía, según se apreciaba a través de la ventana de la cocina. Alicia preparaba algo de comida para cuando llegara su hija de Valladolid, que era donde vivía.
Esta vez no llegaría sola con su marido. No. Esta vez llegarían acompañados de su primera hija, Vanesa.
Lo pasaron bastante mal este verano, porque a Vanesa le diagnosticaron escarlatina, muy aguda, con fiebres muy altas.
- Me va a parecer mentira ver de nuevo a nuestra nieta sana y salva -dijo Alicia-.
- La verdad es que sí, solo falta media hora y se está haciendo una eternidad -dijo Fernando-.
- Fernando, ¿qué te parece si donamos toda esa ropa que saqué ayer del armario a la asociación donde trabaja Marisa? -dijo Alicia-.
- No sé si será una organización de fiar...Nosotros ya colaboramos con otra...
- Sí, pero parece un sitio creíble, según me estuvo explicando Marisa el otro día -dijo Alicia-. Y las personas que trabajan allí parecen gente honesta. Era por probar.
- Vale, pues haz lo que mejor te parezca. Suena un coche fuera, ¡creo que han llegado! - exclamó Fernando-.
Teresa Ribello
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