Elena estaba preparando un buen postre para el almuerzo de hoy. Venía la familia y debía hacer algo que a todos les gustase. Así que decidió por una gelatina de arándanos que desde siempre había sido el postre favorito de sus hijos. Además, este plato tenía un significado muy importante para todos, ya que era lo que en muchas ocasiones se tomaba cuando volvían de la recogida de la cosecha, en invierno.
Fuera no dejaba de llover copiosamente y se veía a través de la ventana cómo se movían hacia abajo y arriba las ramas de los árboles por el golpe de las gotas cayendo en ellas.
Ahora era distinto. Los hijos se habían independizado; unos porque se habían casado; otros porque se habían ido a vivir lejos...cada uno había tomado un rumbo distinto a su vida. Ninguno había querido seguir los pasos de su padre, en el campo, con la excepción del más pequeño, que, al acabar la carrera de ingeniero agrónomo, decidió continuar trabajando en las tierras, asumiendo toda la responsabilidad, junto a su padre.
El postre había alcanzado un color intenso, listo para meterlo en la nevera y terminar de cuajarse.
Teresa Ribello.
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